Faro


Aparece de repente, y aunque sabemos que está ahí, muchos somos los que encallamos antes de ver su luz. Alto, fuerte y seguro, no sabe de razones, ni se preocupa de nosotros. No se mueve. Se queda inmóvil y nos ciega. Es de cemento armado y parece decir "aquí estoy". En muchas ocasiones, caminos serpenteantes nos recuerdan que no están hechos para ser encontrados fácilmente. A veces no funcionan. Otras veces no son lo que parecen, y simples sucedáneos sobre las rocas, nos empujan al acantilado y no sentimos nada en la caída. Han sido construidos para un motivo, que ellos mismos desconocen. No buscan. Son encontrados.

Pero cuando los vemos entre la niebla todo retumba, sacan sus sirenas y nos guían sin remedio. Y es inevitable sentir la fuerza de las olas, y su luz persigue tu mirada, y te encandila, y estás perdido, porque es él el que te lleva. Entonces sabes que has visto uno, que no es una atalaya, ni una torre, ni un peñón...

... y tu pecho explota, y no puedes más que rendirte al destino que su código y sus destellos han escrito en tu carta náutica. Y sueltas el timón.

Dié

O que me vai facer famoso

O que quero que vexas

¿De qué quieres trabajar?

Todo huele diferente. El primer día me tomé un vermú. Técnicamente ese día todavía estaba de alta en la empresa de fabricación de bloques en...