El barco







Creo en los nuevos talentos, en la gente bajita, en las sonrisas sinceras. Me gusta la gente que no trabaja por dinero, que tiene la ilusión de hacerlo mejor, de ocupar su tiempo, de pilotar su propia vida.

Admiro a los marineros que hacen de patrón (bajito, sin que se les note). A las damiselas que salvan al caballero en apuros. Adoro el ingenio, la chispa, la gente habladora.

Confío en la fuerza de los jóvenes, de nosotros, de la sangre fresca. Al mal tiempo buena cara y a palabras necias oídos sordos.

Me apasionan los apasionados, los luchadores, los imaginativos. Las personas que dan pasitos, pasitos de gigantes. A los que no reparan en su sombra, simplemente miran hacia delante.

Son esas personas las que levantarán de nuevo el mundo, con su fuerza, vitalidad y compañerismo. Son ellas las que perduran en las empresas, las administraciones públicas, las escuelas, los hospitales, tú vida.

Las personas que anteponen su humanidad, sus ambiciones personales, al capital, las presiones superiores o cualquier otra forma de esclavitud.

Por eso sé, que en la libertad de trabajar por que quieres, reside el futuro de este mundo y cuando te encuentras a alguien en el camino que así lo hace, a pesar de la tormenta, te reverencias, y no le deseas nada, porque sabes que logrará ser quién quiera.

Os echaré de menos Nuria, Aurora, Belén. Gracias por convertir este proyecto, esta barquita, en el galeón que ahora mismo es. Que si se hunde,no sea por las tormentas que hemos capeado, sino por la incompetencia del capitán, que no ha sabido virar a tiempo.

Dié.

A rutina do tempo libre



Voltan dos seus traballos. Abatidos, cansos, grises.

Non hai campo nas ventás, non hai ceo, non hai mar que os faga soñar despertos. Refrexos das súas facianas quedas. Extraños alleos ás vidas dos demáis usuarios. Ancorados todos e todas a súa melodía, ás súas notas ó seu mundo. Non falan, non pestanexan. Non cruzan miradas. Soamente se desprazan.

Seguinte estación... Coma se dunha centella se tratáse, apartan con dor a man que toca outra man.

- Perdón.

Ninguén mira, ninguen escoita nada. Soa Yann Tiersen nas orellas, abren as portas, suben escaleiras, chegan a casa.

Volta a comezar.

Martes.

Voltan dos seus traballos...


Dié

Almendras


Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.


Gabriel García Marquez

Federico según Lorca, Granada



No hay fronteras entre la muerte y la pasión, es todo uno, es la garra que atraviesa tu garganta cuando el zarpazo de la pasión muerta sigue siendo fuerte. Cuando no se apaga el fuego que mata, pero calienta. Cuando nos damos cabezazos contra esa Tapia negra, de la que no hay salida apoyando la mano, que es vida, contra el cemento que quema.

La única diferencia entre eso y estar muertos, es que a nosotros todavía nos duele el sol sobre las frentes, todavía nos quema la piel al roce, todavía somos norte o sur, pasión de vivos, pasión de muertos. Pasión.

Dié.

Lineas


Infranqueable, me decía. El pie sigiloso que toca el color blanco sobre la pista de baile. Coqueteo con la idea de hacer justo lo contrario, y salir corriendo hacia charcos de pintura blanca.

Tan recta, tan perfecta y pintada, marcando siempre las fronteras. Ese blanco nuclear que quema. Tan lisa y potente y a la vez tan invisible. Sobre ella el cristal de lo correcto, impermeable, higiénico y perfecto. Los vahos de nuestras bocas caen derretidos en el vidrio, dejando restos de deseos impedidos.

Abro las palmas de mis manos y apoyo sobre las tuyas mi cara de frío vitreo muro. Me miras desde lejos y gritas pero no te oigo. Escucho la brocha blanca abanicando cada huella en el suelo. Bailo. Tonteo con el dibujo de tu frontera, casi casi cayéndome encima. Ni siquiera imagino hacerlo, es la linea, ella manda, y tu solo obedeces, finges ser bueno.

Ebrio alzo mi mano y baja poco a poco hasta tu espacio. Ni sol, ni luna. Ni A ni B. Ni blanco ni negro. Se pegan mis suelas en la pintura y una luz roja inunda el local. Tus mejillas blancas se tornan moradas, un poco por la iluminación, un poco por el alcohol. Nadie dice "para", la linea borrosa, desconchada, es más bien discontinua. Cae la noche fundida en eclipse, en C, en gris intenso. Vuelan sin permiso las hadas consecuencia y caen piedras de lo presente. Se derrumba el local, cruzo miradas, cierro los ojos...


... salto la linea.

Dié

Ringo Kid


Así es como lo ven algunos: un chaval despierto y observador, sensible a ciertos desatinos, dotado de una aguda percepción para las expectativas ajenas más extravagantes e imprevisibles y dispuesto a colaborar en cualquier impostura o tramoya que le amplíe el mundo. Así lo recordarán, aplicado, formal, embebido de futuro. No se sonroja ni se traba ni se embarulla con las palabras, en todo momento sabe lo que dice y por qué, y hasta le complace cruzar decididamente el umbral de lo improbable o lo imperceptible.





Juan Marsé

Rosa de los Vientos


Vivo en Madrid, pero nunca me miro el ombligo.

Tengo cuatro direcciones, cuatro puntas de iceberg, cuatro vidas de más de medio gato.

Cuando salgo cabizbajo, derruido, gris, de cemento, frío, de mi cuadrada oficina, mis cuatro direcciones juegan a quererme. Juegan a ser yo.

Se hacen escuchar, gritan en mi bolsillo y me recuerdan que no soy Madrid, ni centro, ni secano, mucho menos castizo. Me dicen que soy norte cuando lloro, que soy este cuando escapo, que soy sur cuando me río y oeste cuando descanso.

El este surfea sobre mis ilusiones, me cuida de las oscuras calles de Chueca, me tiende la mano, me lleva volando sobre el asfalto mojado... la parte este siempre mira lo positivo del amanecer, aún con resaca, amanece cada noche al salir con él. El este me da de beber de su copa de risas, de acentos, de casa, de pasión, de fiesta. Con una palmada sabe guiarme y siempre está a tu lado, como el sol que sale, cuando, borracho, paseamos por la Gran Vía y compartimos la ciudad. El este bebe Negrita con cola.

El sur, nuevo, brillante viene de tierras de antaño, de submarinos, palmeras y ojos claros. Sus palabras, anidadas, son tan familiares que a menudo las otras direcciones dudan de su procedencia extranjera. El sur nos sorprende, baila en otra órbita, está lleno de cajones por abrir y de futuros e ironías y te enseña a beber de la copa del este, o del norte, o... ¡Diablos! de la de quién sea, con tal de hacerte sentir bien hoy, y mañana por la mañana, cuando la dulce resaca te despierte. El sur bebe Vodka con Red Bull.

Cuando el Oeste aparece los demás sonríen, y es que su tez morena de tantos atardeceres solo trae lo bueno del día, o lo malo, transformado. El oeste con su calma de mentira, espera a que la noche llegue, y nos deleita con bailes extraños y juegos de palabras. Se besa con el este, cuando se encuentran y vive cada cosa como nueva y puede acariciar cada parte del día, porque su luz es el rastro de todos nosotros. El oeste bebe Gin Tonic.

El norte blanco, rubio y responsable, sabe volverse loco si todos nos juntamos. El norte nos guía cuando todo va mal, y el resto de direcciones lo arrastran a la noche madrileña cuando tienen oportunidad. El norte es constante, amable, cariñoso, detallista. Y todas las otras direcciones no saben sino admirarlo e intentar que sonría para que sus ojos azules iluminen la noche oscura. El norte bebe cerveza.

Y yo, con mi tinto de verano, ya no recuerdo la oficina, ni el invierno, ni las punzadas al corazón. Mezclo recuerdos y bebidas, porque nunca puedo decantarme, no puedo elegir entre las cuatro direcciones y bebo un poquito de todas, porque cuando por la mañana me despierto, y esa sensación de sequía en mi cabeza me recuerda que sigo en Madrid, sonrío bajo la colcha y al poco suenan en el teléfono las cuatro direcciones, con la misma explosión en la cabeza, el mismo terremoto, la misma felicidad.

Gracias :)


Dié

En este exacto momento


07:30

Suena mi despertador.

Como cualquier miércoles, como cualquier día de semana, me desperezo y lucho ciego contra el interruptor de mi lámpara amarilla.

Luz.


Palpo el cajón de los calcetines, todos, y cuando digo todos son todos, desemparejados. Solos (o sólos [detalle]). Uno, dos tres... los voy despertando uno a uno, salen de su blanda cama de pares desiguales. Decido, como casi siempre a media semana, enfundarme un calcetín de cada, al fin y al cabo, su función es de mera comodidad.

Un papel arrugado al fondo del cajón, algún billete caducado a Granada, pensé. Quizá algún fin de semana olvidado en Galicia. Aquella vez que me perdí en Barcelona, imaginé. Con total inocencia, cogí el papel con la esperanza de que cualquiera de estos billetes me devolviese el recuerdo de una de mis aventuras nacionales, sonreír, recordar la borrachera con Víctor, el balcón al mar con Aurora o aquella churrascada con Quique.

Ya con la comisura de los labios a punto, desdoblo la puerta de este miércoles de tórrido verano de ciudad.


La hoja cae en cama. Brais, el gato, animado por la brisa de la mañana se tumba encima y parece querer ocultarla.

No soy una persona que se ande de rodeos cuando de sentimientos se trata, y pienso ¡Merda! Simple y llanamente, había sentenciado mi día, mis próximas 24 horas, mi periplo diario.

Entonces me pregunto si este tipo de notas tienen inmunidad temporal, porque quizá, dada la magia de las palabras, todo se hace realidad en el momento en que el emisor las lee. Quién sabe, quizá diga la verdad, es muy probable que en estos momentos, descanse en su cama. Si, eso es... en este mismo instante, a las 07:45 se acaba de dar cuenta de todo y sin saber por que, me echa de menos. Sin saber que él mismo así lo ha decidido, escondiendo la caja de Pandora en uno de mis cajones, uno de los de verdad.

Vuelvo a doblar la hoja, no puedo dejar de recorrer con la mente los trazos de esas letras, cada trazo marcado con al menos, intención. Sincero, porque las mentiras no se dejan por escrito. Sin pensar, porque las consecuencias son lejanas cuando echas de menos. Infantil, porque son letras dibujadas y poco serias.

Poco serias...

Subo al tren y tengo la impresión de que todo el vagón sabe lo que llevo en el bolsillo derecho. Es mi desayuno, mi anécdota, mi pasado, mi historia. Entro entonces en razón. ¿Cuánto tiempo hace que no me escriben/e nada? ¿Que precio/hora tiene cada letra con amor escrita?

- Diego, petición.
- Ya mismo Nuria.

"Ya mismo nos veremos" cualquier día te regalo una nota en mano, o aparezco bajo la ventana, o te hago daño sin querer. Quién sabe, puede hasta que impregne de recuerdos tu palacio, y cualquier miércoles sea de cenizas, y me veas aquí tirado en mi cama sureña, y yo esté pensando en ti.

O puede también que las palabras se las lleve el viento, y que las que han quedado escritas, sean un motivo más para despojarse de recuerdos, mirar al frente y escribir, en algo más que un DinA4, mi propio cuento serio, mi libro definitivo, algo más que un capítulo inacabado, una
historia interminable...

Dié




Chove en Santiago




Sons do ar que tremen entre as pedras.

Paz da noite dos santos, meigas e cacharelas.

Licor cafe baixando polas ruas, rugosas, frias, húmidas...

Badaladas retumbando a medo, ledicia e tristura. Todo a vez.

Risos ao fondo dunha luz amarela reflexada.

Choiva... lenta... que acaricia.

Recordos en cada pedra, en cada paso, en cada camiño...

Nen Barcelona, nen Londres, nen Madrid, nen Nova Iorke, nen Paris...

Chove en Santiago, meu doce amor. Chove en Santiago.

Dié

Emigrante


El ateo de mis rasgaduras.
Podría estar yo muerto, derruido, que seguirías dándome aspirinas.
Podría ser el despojo de la carne de los perros de tu jauría.
Ser la parte más ínfima de un techo de pajas, la más diminuta porción de ti.

El agnóstico de tu destino.
Serías aquello que sueño si pudiese soñar alguna de estas noches.
Serías cumbre de mis pieles cuando estas se erizan para alcanzarte.
"Tener que" como la media perífrasis al no encontrar su infinito infinitivo.

El creyente de nuestra desgracia.
Tendrías que alzar la mano para decirme ven y no los ojos para escupirme vete.
Amarrar cabos pero con mano firme y decidida.
Tendrías que darte cuenta de que lo que finalmente emigra...

... encuentra para no volver.


Dié

Puto pesado




SMS: Déjame en paz puto pesado.

Había ocurrido. La noble espada de cortar por lo sano, se había plantado frente a frente entre cientos de kilómetros de distancia. Y lo había hecho de la mejor forma, hasta el fondo.

Mareos, arcadas... un ático en la ciudad de los santos. Un colchón podrido de sueños, las grietas de la ventana, el teléfono en el suelo y un rayo de luz. El mensaje agridulce que te deja tan perplejo que no logra herirte, como cuando la herida es limpia, que sangra pero no existe.

Ya seco, vuelvo a levantarme, salgo del ático, me mudo de ciudad. Olvido. Sigo adelante con la espina y el San Martiño colgado del cuello.

Pasan los años y como una tragicomedia mal versionada, se aparece ante mi el famoso mensaje en forma de palabra sobria. Yo, sereno pero borracho, vuelvo a sentir arcadas y esta vez vomito. Y no me destripo de emociones presentes, sino es aquel olor a ático que me revuelve el estómago, y me doy cuenta de todo, y me quito la espina para que siga sangrando.

Llego a Madrid y me levanto, para esta vez, andando hacia el sur, seguir mi camino con las heridas abiertas y deseando desgarrar del todo y de forma limpia todo mi pasado. Porque lo mediado está bien, pero sé que no he nacido para finalizar en la conformidad, y en el sol cicatrizante uno encuentra respuestas, que en la lluvia ha dejado macerar.

El puto pesado de nuevo, en su puto pesado viaje.


Dié


Love of Lesbian - 1999


Hasta aquí llegó el ritual
de enfados y canibalismo estúpido.
Son demasiadas horas en vela
y nada que decir.

Descansamos nuestra espalda
en las persianas bien cerradas,
tú y yo anémicos
y a cada parpadeo calmado
intentamos dormir.

Terapias mal llevadas sin nadie
que mediara por dos histéricos,
mis gritos envasados al vacío
reventaron al fin.

Y ahora congelo cada instante
sabiendo de antemano
que son los últimos
la noche en que el noventa y nueve
llegó hasta abril.

Ya no hay ganas de seguir el show,
ni de continuar fingiendo,
sólo quiero ser espectador,
relax, entertainment.

Me pregunto quién pensó el guión,
debe estar bastante enfermo,
fue el estreno de un gran director,
le caerán mil premios.

Y al subir al taxi
mis palabras son vapor de cristal
y me dejo el alma
cuando escribo en la ventana:
"que sea cierto el jamás".
¡Oh, cállate!

Y ahora relájate,
ella lo lleva bien,
está aliviada, ¿ves?,
todo ha acabado bien.

Te dice: fíjate,
mira mis manos, ¿ves?,
no pesan nada, ¿ves?,
están flotando ¿ves?.

Putas ganas de seguir el show
ni de continuar mintiendo
y en un travelling algo veloz
sale un "fin" en negro.

Me pregunto quién pensó el guión,
debe estar bastante enfermo,
fue el estreno de un gran director,
le caerán mil premios.

Y a medias del viaje,
callo a gritos
que no quieras bajar.

Y pierdo la conciencia
cuando escucho como dices:
"que sea cierto el jamás".
¡Oh, muérete!


Love of Lesbian

Mirando o lume do norte

Nas longas noites de inverno, na Galiza de onde veño. As vellas contan contos de meigas, estrelas e defuntos. Todos xuntos, arredor da lareira, trememos co son do aire nas fiestras de madeira. A pinga que cae no vertedoiro, e a lua, antoxanse ledas e caprichosas, nesas noites, longas noites de inverno.

Despois, en xuño, cos petos cheos de ilusión (porque aos galegos tamén nos gusta o sol), camiñamos lixeiros polos carreiros das nosas vilas, cos cestos cheos de sardiñas e o peito enchido de recordos que esquecer. Ao lonxe, arredor de toda a ría de Vigo, miramos (e tamén vemos), as cacharelas que espertan por triplicado (no mar, na terra e no aire). O lume do inferno, que sae a saudar aos mortais desta terra, esquecese de demos e meigallos, para ofrecer un día o ano, a maxia e ese pouco de bo, que agocha o resto do verán.

Xa na cacharela de Vilaboa, veciños e veciñas beben viño e comen churrasco e sardiñas. Os nenos, xogan espertos, nesta noite de ledicia e os máis vellos, xa non contan historias de medo, prefiren sorrir e acordar. Acordar porque unha vez entrada a medianoite, todos calan. Arde a madeira, e con ela, tódolos males do inverno, cada golpe, cada desamor, cada loita, cada bágoa. Un a un, os galegos, queimamos a mala xente das nosas vidas, os escuros recordos, o mal, ese mal que afunde o corazón dos nosos, que fortes por fora, a miudo deixámonos levar polas emocions e sentimentos menos terrenais, esquecendo que en Galiza, tamén hai verán.

Benvido verán. Benvido :)


Somos nada


Somos nada.


Intentar anclar con imperdibles lo que el mar arrastra.
Clavar nuestras uñas en baldosas de cemento.
Nadar contracorriente hacia nuestra propia desidia.

Somos nada.

Ni agua refrescante sobre nuestros cabellos secos.
Ni aire fresco entre nuestros dedos entrelazados.
Nada de vino sobre alegrías de mentira.

Somos nada.

Cualquier rostro en forma de luna.
Cualquier ombligo invisible.
Cualquier pie nunca antes rozado.

Y terminar el cuento sin luna sobre nuestras flores.
Terminar sin haber comenzado a vivir.
Tocando timbales de deseos inconclusos.

Que se quedan en nada.

Die.

No te quiero tanto



Me ha llamado caballero la puerta de un lavabo.
Me he mirado en el espejo y no era cierto, y he llorado.
Hoy no tengo la cabeza como para hacerte un tema y ando.
Ando equivocado y sin camisa, soy un carnaval de Cádiz y ando.

Y guardo en la memoria el equilibrio de un domingo atravesado,
y guardo aquel retrato de tu pecho que escondí en el calendario.

Te he dejado en la despensa lunas, si acaso es que oscurece.
Creo que se hace tarde y ya empezó la orquesta. Busca entre la gente.
Caras demasiado cuerdas para un escenario cada viernes,
esperé hasta el sábado y la feria fue cambiándome la suerte.

Pongamos que te pongo y tú me pones el derroche entre las manos.
Pongamos que él te llama y no le coges, y se nos juntan los labios.

Y no te quiero tanto... y no te quiero tanto
como para no ver que hay gente aquí, a mi lado.
Y no te quiero tanto... y no te quiero tanto
los días de domingo que pesan como años.

No te quiero tanto...

Qué hacemos de los dos ahora que ya me quiero un poco,
que me moja el mar del sur los pies. Me moja y no estoy solo.
Medio loco como tú, como aquel verano azul que se nos fue de las manos.

Despierta ya, mi bien, despierta que ya amaneció,
que otra vez nos llama hacienda, que hay atasco en la M - 30,
y aún nos quedan fuerzas para medio asalto en la calle Libertad.

Pongamos entre los dos dos Gyn Tonics en lugar de tu abogado.
Pongamos que él te llama y no le coges, y se nos juntan los labios.

Y no te quiero tanto... y no te quiero tanto...


Andrés Suarez

La extracción de la piedra de la locura




No nombrar las cosas por sus nombres. Las cosas tienen bordes dentados, vegetación lujuriosa. Pero quién habla en la habitación llena de ojos. Quién dentellea con una boca de papel. Nombres que vienen, sombras con máscaras. Cúrame del vacío --dije. (La luz se amaba en mi oscuridad. Supe que ya no había cuando me encontré diciendo: soy yo.) Cúrame --dije.

Alejandra Pizarnik

El Faro


El Faro de Capri puede ser una fantástica muestra de optimismo y robustez. Rojo teja, con sus lineas blancas, menudo, recto y un poco respingón, como asomándose entre las rocas. Sin embargo, no puedo dejar de ver un cierto resplandor extraño, como un secreto.

El secreto puede descubrirse, si uno sube por las rocas calientes y se sienta de espaldas a su tronco, mucho más grande si se ve desde abajo. Allí, una niña de origen alemán, escribe en su libreta sobre pequeños sueños de niña de interior. Se imagina aquel verano de veleros, en la isla de Menorca, bañada por el mismo agua. Aún tiene doce años, pero cree saber lo que es el amor. El amor debe de ser algo así como ese faro bajo el que escribe. Rojo, por supuesto, con sus lineas marcadas, solo diluidas por los surcos de espuma que los barquitos dibujan en el mar... y en su libreta.

Un poquito más abajo, en una calita repleta de sombra, un lugareño de catorce, construye una cabaña con palos y deshechos. El no sueña, ni se da cuenta del faro, ni del mar. Solo quiere construir. Es fuerte, y sabe que algún día será pescador, o quizá guía turístico (en una isla así nunca se sabe). Aún no se ha planteado lo que es el amor, vive demasiado inmerso en sus aventuras. Ahora es capitán pirata, ahora un corsario, ahora es el Rey de Nápoles que quiere conquistar la pequeña isla, ahora...

Tan distintos, pero tan niños los dos, bajo el mismo faro y con vidas tan diferentes, probablemente esa tarde no se cruzarán. Ella volverá a la villa hotelera y el a su casa de color rojo, con su abuelo. Y el faro, esa noche, no habrá podido guiar la vida de dos niños, no significará nada, y su optimismo, su rigidez, se verá mermada por la luna brillante sobre el Mediterráneo.

La luna del mar de Capri, que no tiene secretos, que es blanca como una hoja de libreta y que jamás se encontrará con el sol, pero que besará la luz del maravilloso faro de Capri, que no puede evitar quedarse desnudo, ante su secreto, ante la imposibilidad de cambiar el destino de los navíos más cercanos a su corazón, aquellos que cubren sus paredes de historia y que lo admiran desde sus bicicletas, como a un gigante sin sentimientos.

Dié

Los grandes gestos


Por más que intente esconderme, soy un romántico empedernido, por ello estoy en constante búsqueda de los grandes gestos, las grandes hazañas.

De esto mismo charlaba ayer con mi amiga Clara, de la inminente perdida de apuestas a todo o nada, del poco valor de las relaciones, de la caída libre del esfuerzo.

Y no es que nos quedemos sentados, esperando a que alguien toque la bocina bajo nuestra ventana o que celebren nuestro cumpleaños con postres sorpresa, o que nos saquen de la rutina con noches especiales. Es que los que esperamos estos gestos nos entregamos de forma definitiva, y nos enganchamos al sabor de las acciones, que realmente, poco tienen que ver con el amor verdadero, pero alimentan las ilusiones y las ganas de seguir viviendo aventuras de más o menos duración. Somos esclavos y dejamos de controlar la situación.

No me dicen nada las noches de sexo desenfrenado, no me sabe bien la piel de aquel que no me ha hecho sonreír, prefiero un soplido tras la oreja, una caricia bajo la mesa, una mirada constante.

Todo esto tiene en ocasiones consecuencias catastróficas para la salud mental, y es que somos propensos a enfermedades de transmisión sentimental, y por más que razonamos, nos comen por dentro los virus de los caballeros de guante blanco, bajan las defensas y quedamos inmersos en estado catatónico, soñando siempre con consumar el objeto de tanto dolor, de tanto placer.

Aun así, soñadores, estamos enganchados a esas personas, que escapando de sus raíles, nos ofrecen en bandeja noches en las que somos únicos, y no sé como consiguen forzar el brillo de sus ojos, sin que se note cuando vuelven a su cauce, porque yo todas las mañanas soy el faro de mis vanas esperanzas, que se apaga aproximadamente cada dos, tres meses. Hasta que vuelves a buscarme en globo, me encuentro el salón lleno de notas de amor, me cantas una rumba al oído o te pierdes conmigo por las calles de Madrid.

Y nunca sé si todo ha sido un sueño, pero por si acaso, vuelvo a dormirme y apago por unas horas el faro que no tiene barcos que guiar, para guardar un poco de luz a quién toque las cuerdas de este violín.

Y el verano se nos hizo más largo... y anoche llegó el otoño.



Uno fue la luna que dejaste en mi colchón, dos tus ojos.
Tres de cuatro barcos naufragaron en la forma de tus modos.
Cinco las mañanas esperando a que volvieras del trabajo,
seis canciones llevo sin dejarte de querer y aún no he
acabado.

Siete los hoteles que dejamos sin aliento, y menos solos,
Ocho vinos duelen al soñarte, equivocada en brazos de otro.
Nueve teclas grises de un piano de pared desafinado,
y
cinco dedos con mis otros cinco te recuerdan demasiado
Con todo para tí nada a mi lado...

Si quieres, te ayudo a subir
bolsas del mercado.
Si quieres, hacemos el verano algo m
as largo.
Si quieres, nos quitamos la ropa y leemos algo
Que la luna siempre llena de tus besos.

Once taxis libres enfadados, mientras tú y yo de la mano.
Doce los reclutas que pasaron por tu campo concentrado
Trece buena suerte si es que pasas sin maletas por mi barrio
y puede que el catorce de febrero se
n
os junte con los labios.
Con todo para tí nada a mi lado

Si quieres, toda canción de amor lleva tu nombre.
Si quieres, decimos a Sabina que nos nombre.
Si quieres, buscamos en el cielo más razones.
Que la luna es niña que juega y se esconde.

Si quieres, Si quieres...

Somos


Somos como la plastilina, de un color pardo y apagado, un color más bien triste, así como el marrón anaranjado que no es lo suficiente vivo para ser naranja mandarina, ni lo suficientemente castaño para ser marrón toco.

No valemos más que lo que queremos o podemos valer. El precio de nuestras vidas es totalmente devaluable, en consonancia a nuestro estado de ánimo, céntimos arriba, céntimos abajo. No cotizamos en bolsa y a menudo nos cuesta encontrar comprador.

Somos bastante todo: bastante guapos, bastante inteligentes, bastante graciosos, bastante trabajadores, bastante cabales, bastante responsables... y no demasiado todo también: no demasiado coquetos, no demasiado graciosillos, no demasiado serios, no demasiado aburridos...

Y en realidad somos un suficiente raspado. Una fotocopia mal hecha, en la que lo especial de cada uno, muchas veces son esas lineas borrosas, esa mancha en la esquina posterior derecha, esa palabra mal escrita.

Medioqres.

Y aun así, seguimos adelante, arrastrando muchas veces los pies, dejando un rastro en la arena y esperando a que cualquier otro imperfecto, nos bese en los labios encartonados, y susurre que somos únicos, al menos, para él.

Y eso es a lo que mayormente podemos aspirar. Y lograrlo, es cuestión de tiempo, si no de recuerdos arrugados por el susodicho.


Die.

Sumando



El cada vez más pequeño ingeniero volvió derrotado a su despacho. Cabizbajo, añadió otra crucecita roja a su lista de fracasos...


... y segundos después, como si de un proceso automatizado se tratase, sacó su bolígrafo verde de los planes futuros, y añadió una "V" a sus "Proyectos que mejorar y experiencias que vivir".


Siempre sumando, tal y como le habían enseñado en el colegio, tal y como había aprendido jugando con el núcleo en las largas noches lluviosas de Sevilla.

Die

Fusión

Como un niño que se saca un diente, y ya va por el cuarto o quinto. Que no le duele, que lo hace sin el más mínimo interés. Así sentimos a veces las patadas de la vida, y nos damos cuenta de que las malas experiencias siguen endureciendo nuestro corazón, que no ya contento con ser de hormigón, pasa al acero, y al plutonio.

Pero no somos fríos. Seguimos manteniendo la energía en el interior, la fuerza, las ganas, la pasión... solo que con los años, y el avance de las tecnologías, construimos esas paredes de contención, que aparentan firmes y frías pero que contienen lo más increíble y hermoso que el ser humano ha sabido mantener: su fondo, su pasión, su vida.

Porque si no protegemos nuestras vidas, no podremos proteger al ingeniero que intenta acceder al centro de ellas. Porque si dejamos al aire nuestros sentimientos, volvemos a romper nuestro interior y tardamos años en reconstruirlo y perdemos la oportunidad de ser felices.

Es fácil mantener la coraza, si eres experto en caídas a distinto nivel, lo difícil en estos casos es acceder al núcleo. Que las sondas directas no siempre funcionan, y el tiempo y la distancia hasta él, juegan en contra del ingeniero (y del núcleo). Y al final fracasan. Estrepitosamente. Y el metal se vuelve a enfriar, y el ingeniero se desanima y se desploma al suelo y máquina y humano se miran, volviendo a recordar los errores y lloran. Se quedan solos.

Así, la dureza del corazón y la poca habilidad del ser humano, vuelven a caer como una jarra de agua fría sobre la historia de la civilización. Que no contenta con crear guerras, alimentar envidias y elaborar sistemas absurdos, también se afana por complicar su existencia y poner trabas a lo único que vale la pena: la fusión.

Die.


Nada me retuvo

Nada me retuvo. Me liberé y fui. hacia placeres que estaban tanto en la realidad como en mi ser, a través de la noche iluminada. Y bebí un vino fuerte, como solo los audaces beben el placer.


K.Kavafis

Cicatriz


Estábamos tan entretenidos hablando de viejas historias de la universidad que ninguno de los dos recordaba la hora que era. Sólo cuando sonó el reloj de la cocina nos dimos cuenta de que ya era medianoche. Hacía un cuarto de hora que habíamos quedado con el resto de la pandilla, así que apuramos la última copa de Cointreau de un trago y salimos hacia la entrada de un salto. Gabriel estaba más acostumbrado al alcohol que yo, y no tardó más de tres segundos en vestir su abrigo y su bufanda. Yo me tambaleaba y peleaba con mi chaqueta, intentando meter los brazos por las mangas, cuando él llamó mi atención:

- ¿Qué hace eso ahí? -seguí su mirada y me di cuenta de que hablaba de un espejo que colgaba junto a la puerta del recibidor.

Era un espejo ovalado del tamaño de un plato, con un delgado marco negro de madera. Una grieta con forma de telaraña recorría el espejo desde el centro hasta el borde, como si se hubiese caído alguna vez rompiéndose en varios pedazos. Entre algunas de las juntas incluso se podían ver restos de cola seca.

- Reflejar cosas, como tu careto de borracho -le contesté con sarcasmo.
- ¿No te parece que perturba un poco la armonía de este hogar? -dijo con tono pedante intentando molestarme.
- A mí me gusta...
- Conociéndote seguro que sí.
- ¿Qué pasa con el espejo? -respondí sin entender muy bien su actitud.
- Bueno... un espejo roto ahí, a la vista de cualquiera, no es precisamente el adorno que necesita esta casa. ¿Por qué no lo cambias? -preguntó con suspicacia.
- Porque fue un regalo de una persona muy especial. Aunque sea feo, para mí nunca habrá un espejo tan valioso como este y quiero que todo el mundo lo vea. Por todo lo que representa... no voy a cambiarlo.
- No dudo que le tengas cariño, pero es un espejo inútil. El propósito de los espejos es devolver una imagen clara y ese ya no lo hace.
- Para mí sigue siendo lo suficientemente útil -le contesté ofendido.
- Pero seguirá siendo un espejo roto -continuó él intentando convencerme-. Su reflejo siempre estará deformado y no te dejará ver la mitad de las cosas.

"Pero es que a lo mejor lo que yo necesito es un espejo roto", pensé mientras cogía las llaves. Por un momento había dudado de mis propios argumentos, así que preferí guardar aquellas palabras para mí. Al ver que no le daba réplica, mi amigo interpretó el silencio como una victoria. Salió de la casa y yo le seguí. Antes de apagar la luz pude ver una sonrisa orgullosa en su cara.

Tardé bastante tiempo en descubrir quién de los dos tenía razón.

Eido

Ahí está



Era uno de enero. Gabriel cogía la linea de autobuses que va a Sol, de madrugada, helado. Sentía como el hambre recorría sus venas, sus piernas, frágiles tras la operación de rodilla del mes pasado, temblaban. No hacía más de un año estaba paseando por las cálidas playas del sur, de su tierra. Ahora, sin saber muy bien por qué, estaba esperando un autobús a Sol. Tenía la sensación de que le habían robado algo, algo que nunca podría llegar a nombrar, algo congelado. La Nochevieja había sido perfecta, pero ese día, esas horas después, no lograba discernir la sensación de no haber comido desde hace horas con esa sensación de vacío ante el nuevo año.

Había conocido a mucha gente, pero a pocas personas, como se solía decir. Por más que se repite, que al final del camino, lo que importa son las vivencias, no podía dejar de sentirse abandonado por aquellos seres por los que más había apostado. Le habían robado la confianza, y se estaba dando cuenta en ese mismo instante. Una gota helada resbalaba en su mano izquierda. Miró al cielo... no parecía Madrid. Enseguida comenzó a fantasear con la idea de salir corriendo a otro lugar, empezar desde cero. Se le antojaba demasiado poco original ¿Habría perdido también la creatividad? Decepcionante...

Llega el autobús, él es el único que lo espera. - ¡Casi lo pierdo! Sonríe al conductor. - ¡Tranquilo chaval! ¡Feliz año! Se sentó al lado de la ventanilla, sonrió ya cálido y resguardado. Ojeando cada detalle del viaje en ese autobús solitario. - Después de tantos años, sigue gustándome subir en transporte público. No había perdido esa sensación desde que cogió su primer autobús al pueblo de al lado. Me alegro de que haya cosas, que no hayan cambiado este año. Sonó el característico soplido de la EMT, y arrancó. - Hacia nuevas ilusiones, que perduran. Se dijo a si mismo.

Dié

Ser o no ser






Sólo los desesperados muy lúcidos se permiten esta clase de fuga que es más parecida a la cobardía: ante cualquier ignominia cierran los ojos y en la oscuridad levantan una fortaleza. En realidad, ésta es una de las dos salidas que Shakaspeare propone en el célebre monólogo de Hamlet. Ser o no ser: afrontar con gran ánimo los golpes de la adversa fortuna o dormir, tal vez soñar, y con este sueño dar fin a las miserias de la vida. Creerán muchos que es más noble combatir las injusticias, levantar la voz contra la opresión, devolver los agravios o vengar las afrentas. Así sería, tal vez, en los tiempos en que se sabía qué era el mal, quién era el enemigo y dónde estaba la gloria. Pero hoy se vive bajo una tiranía difusa y la maldad es inaprensible porque se confunde en el aire con el resto de la basura humana. La lees en los periódicos, la oyes en la radio, aparece en la pantalla de la televisión, la contagian como una peste esos tipos mediocres y condecorados que se abrazan en cualquier fiesta y sin darte apenas cuenta, sólo por haber descuidado las defensas, descubres que eres incapaz de rebelarte, que te has impregnado de la mugre general y a eso atribuyes el desprecio que también sientes de ti mismo. No creo que haya existido una época en que los cretinos hayan sido tan apabullantes, ni los tontos hayan mandado más, ni la idiotez haya tratado de meterse como la humedad por todas las ventanas de las casas y los poros del cuerpo. Se habla mucho de la carne contaminada de los animales, pero aún es peor epidemia la degradación moral de las personas, que está en todas y en ninguna parte. Ser o no ser. Hay que rendir homenaje a los desesperados más lúcidos que resuelven esta duda de Hamlet huyendo de la basura humana a través de los sueños. Se trata de esos cobardes imbatibles que robustecen su vida soñando ríos incontaminados, aromas de pan antiguo, risas de viejos amigos que se mezclan en el jardín con los ladridos del perro y páginas bellísimas leídas en soledad. Así resisten cuando un imbécil intenta devolverlos a la realidad con una bajeza. Esos desertores nunca serán derrotados.


Manuel Vicent

... porque...

... estás vivo. Rellenas con optimismo cada agujero negro de mis días. Eres luz aunque te empeñes en esconderte. Has vivido. Puedo ver en cada mirada un sueño, una ilusión. Eres cálido, te rindes cada día y vuelves a levantarte. No existe la perfección, más tu imperfecto ser encaja perfectamente conmigo. Eres pasión.

... avanzas con seguridad. Ni lo piensas, ni lo dices, ni afirmas ser firme, pero avanzas. No tienes miedo de lanzarte al vacío, eres impulsivo pero te aferras a tus pulsiones y eso me ancla a tu libertad condicional. Vuelas para posarte en mi nido y añoras mi vida. Eres fuerte.

... somos comunes poco a poco, únicos, similares. Compartimos tanto, que nos da miedo admitirlo. Somos tan diferentes a veces, que nos olvidamos de todo lo iguales que podemos llegar a ser. Tenemos tantas ganas de unir nuestras vías, que ahora, al menos ahora, solo pensamos en agarrarnos de la mano y saltar.

... te quiero en mi camino. Tic Tac Toe.


Dié


La marca de tus labios


1. Mens. Atravesar impetuosamente tu mirada, oler tu aire y llegar al fondo del bulbo raquídeo de tus temores, tus pasiones. Ser las palabras que transpiran por tus poros, no dejarte hablar, callarte con un gesto. Tener las palmas de tus manos selladas en mi boca y ser capaz de decirte lo que siento con caricias salidas de chisteras, con los dedos de vocales inconclusas. Con mis ojos clavados en tu espina dorsal, con mi lengua rozando cada uno de tus nervios.

2. Corpore. Ser la cuchara de tus pecas salpicadas, unir las constelaciones en tu piel estrellada. Repasar paso a paso cada pliegue de tu cuerpo. Morder tus ganas de retenerme y saltar sobre tu impulso de hacerme volar. Dejarme caer. Cerrar tus ojos con un beso, perpetuar el momento anclado en lo absurdo de tocarnos sinsentido. Rasgar cada laceración ya rasgada, pero mejor. Beber de la traída de tu sabia y ser uno nada más, sin más que unir que la marca de tus labios con mis labios.

3.Apeiron. Sentir el viento de tu calle, oler las partículas de tu vida. Compartir mantas gigantescas, ser el gigante que se engancha de tus pestañas y te hace soñar. Estar dentro de ti a la vez que absorbo todos tus exteriores. Cambiar decorados por retales de cuero originales. Entrar en tu mundo, unir tus partes. Ser más tú que yo.

Die

Las doce uvas


Nunca sé si "vale" tener las cinco últimas uvas en la boca, una vez que cesan las campanadas. Yo por si acaso no digo nada, y me tomo el champán aunque aún no haya tragado toda la fruta, y el zumo se me escurra por las comisuras. Mientras esto ocurría, me he planteado que las propuestas y deseos de este 2011, sean sencillos, a corto plazo y sin demasiadas pretensiones. Y cada uva:

1.Finalizar etapas obsoletas, no anclarse a pasados sin futuro.
2.Reciclar viejas emociones y transformarlas en vivencias palpables.
3.Esperar solo lo que va a ocurrir. No esperar en vano.
4.Salir a respirar aire puro, volar.
5.Asociarse con quien quiero y a plena vista, las sociedades secretas son para los niños.
6.Conseguir ser mejor que el año pasado, pero poco a poco, sin presiones. La vida es una carrera de fondo.
7.Ostentar altos cargos en la vida de la gente, no conformarse con pasar desapercibido.
8.Navidad es para estar con la familia, pero con la familia que tú quieres.
9.No desperdiciar el tiempo pensando en el tiempo que está pasando. Relajarse.
10.Amar más y mejor, valorar los compromisos y comprometerse con lo que me gusta de verdad.
11.Tirar por el balcón discusiones estúpidas, peleas sin solución y trabajos tediosos de amor.
12.Amarrarme a la vida y sonreír cada mañana.


Y despertarme cada día sabiendo que hago y haré lo que me hace feliz. Porque es para lo único para lo que debemos estar aquí.

Sed felices. Bo Aninovo!

Dié.

O que me vai facer famoso

O que quero que vexas

¿De qué quieres trabajar?

Todo huele diferente. El primer día me tomé un vermú. Técnicamente ese día todavía estaba de alta en la empresa de fabricación de bloques en...