Desenterrar.
Sentir pero al revés, ser la pala que quita el asfalto y no encontrar sentido al prefijo "in". Volvimos a descartar los días de volteretas, aún visitamos columpios pero están sellados.
Prohibido pasar.
Han cerrado los parques, hemos vendido la ilusión al postor del "sin contacto". Las barras de los bares ya no hablan de nuestra historia, al Rastro lo han desinfectado y tu mirada es ya solo ese mismo rastro de lo que era emprender.
Después de un tren, ya no viene otro.
Los coches ya no significan libertad. La costa francesa queda muy lejos y tu pelo grita al viento, pero ya ni los girasoles del sur ni yo lo oímos.
Nunca fui de levante.
Pero ya ni el sur me hace soñar. Quedarse entretelas. Rasgarse los sueños y estar en medio de la luna, dónde solo se ven los temblores color hormigón.
Insuficiencia colórica.
Estar pálido de sensaciones. Volver a lamer puertas marrones solo por adquirir color. ¿Grados? treinta y siete. Y la ansiedad clavándote los dientes, y el miedo. El puto miedo.
Arosa