Ël

Suena una canción. Es tu primera vez. Sientes la percusión, lenta, acompasada, hipnotizante. Déjame a mi la hipnosis. Despiertas.

El intérprete mantiene tu interés. Respiras cada sílaba y recuerdas tranquilo, contando con tus dedos, el nombre de las rimas. 

Vuelves al principio, pierdes el hilo. Estás pensando en la lista de la compra de tus remordimientos pasados. O en cualquier otra banal historia.

Comienza el recreo. La canción se excita, suda, se contonea, se palpa a si misma. Es la fase que estabas esperando, es el desarrollo. Comienzan a pasar cosas, corres. Estás volando sobre los días que no conoces, y ya no tienes veinticuatro horas. Ya no tienes nada, pero lo alcanzas todo. 

Nada tiene más importancia que crecer tumbado en cama. Estiras tus músculos, aflojas después los tendones, sientes cada conexión pero no sabes que conectan. Te estremeces. Alguien te toca el entrecejo... despa...cio pero firme. Volteas los ojos hacia ninguna parte y caes.

Jadeas. y vas recuperando el aliento. Cesan los ritmos trepidantes, vuelves a tus dedos y arañas la melodía conocida. Abrazas las notas que juegan con tu pelo húmedo y sonríes con los párpados pegados. Ël te mira. Es el Intérprete que ya forma parte de tus veinticinco horas, porque te ha regalado la mejor del día: la última.

Dié







O que me vai facer famoso

O que quero que vexas

¿De qué quieres trabajar?

Todo huele diferente. El primer día me tomé un vermú. Técnicamente ese día todavía estaba de alta en la empresa de fabricación de bloques en...