Y el verano se nos hizo más largo... y anoche llegó el otoño.



Uno fue la luna que dejaste en mi colchón, dos tus ojos.
Tres de cuatro barcos naufragaron en la forma de tus modos.
Cinco las mañanas esperando a que volvieras del trabajo,
seis canciones llevo sin dejarte de querer y aún no he
acabado.

Siete los hoteles que dejamos sin aliento, y menos solos,
Ocho vinos duelen al soñarte, equivocada en brazos de otro.
Nueve teclas grises de un piano de pared desafinado,
y
cinco dedos con mis otros cinco te recuerdan demasiado
Con todo para tí nada a mi lado...

Si quieres, te ayudo a subir
bolsas del mercado.
Si quieres, hacemos el verano algo m
as largo.
Si quieres, nos quitamos la ropa y leemos algo
Que la luna siempre llena de tus besos.

Once taxis libres enfadados, mientras tú y yo de la mano.
Doce los reclutas que pasaron por tu campo concentrado
Trece buena suerte si es que pasas sin maletas por mi barrio
y puede que el catorce de febrero se
n
os junte con los labios.
Con todo para tí nada a mi lado

Si quieres, toda canción de amor lleva tu nombre.
Si quieres, decimos a Sabina que nos nombre.
Si quieres, buscamos en el cielo más razones.
Que la luna es niña que juega y se esconde.

Si quieres, Si quieres...

Somos


Somos como la plastilina, de un color pardo y apagado, un color más bien triste, así como el marrón anaranjado que no es lo suficiente vivo para ser naranja mandarina, ni lo suficientemente castaño para ser marrón toco.

No valemos más que lo que queremos o podemos valer. El precio de nuestras vidas es totalmente devaluable, en consonancia a nuestro estado de ánimo, céntimos arriba, céntimos abajo. No cotizamos en bolsa y a menudo nos cuesta encontrar comprador.

Somos bastante todo: bastante guapos, bastante inteligentes, bastante graciosos, bastante trabajadores, bastante cabales, bastante responsables... y no demasiado todo también: no demasiado coquetos, no demasiado graciosillos, no demasiado serios, no demasiado aburridos...

Y en realidad somos un suficiente raspado. Una fotocopia mal hecha, en la que lo especial de cada uno, muchas veces son esas lineas borrosas, esa mancha en la esquina posterior derecha, esa palabra mal escrita.

Medioqres.

Y aun así, seguimos adelante, arrastrando muchas veces los pies, dejando un rastro en la arena y esperando a que cualquier otro imperfecto, nos bese en los labios encartonados, y susurre que somos únicos, al menos, para él.

Y eso es a lo que mayormente podemos aspirar. Y lograrlo, es cuestión de tiempo, si no de recuerdos arrugados por el susodicho.


Die.

Sumando



El cada vez más pequeño ingeniero volvió derrotado a su despacho. Cabizbajo, añadió otra crucecita roja a su lista de fracasos...


... y segundos después, como si de un proceso automatizado se tratase, sacó su bolígrafo verde de los planes futuros, y añadió una "V" a sus "Proyectos que mejorar y experiencias que vivir".


Siempre sumando, tal y como le habían enseñado en el colegio, tal y como había aprendido jugando con el núcleo en las largas noches lluviosas de Sevilla.

Die

Fusión

Como un niño que se saca un diente, y ya va por el cuarto o quinto. Que no le duele, que lo hace sin el más mínimo interés. Así sentimos a veces las patadas de la vida, y nos damos cuenta de que las malas experiencias siguen endureciendo nuestro corazón, que no ya contento con ser de hormigón, pasa al acero, y al plutonio.

Pero no somos fríos. Seguimos manteniendo la energía en el interior, la fuerza, las ganas, la pasión... solo que con los años, y el avance de las tecnologías, construimos esas paredes de contención, que aparentan firmes y frías pero que contienen lo más increíble y hermoso que el ser humano ha sabido mantener: su fondo, su pasión, su vida.

Porque si no protegemos nuestras vidas, no podremos proteger al ingeniero que intenta acceder al centro de ellas. Porque si dejamos al aire nuestros sentimientos, volvemos a romper nuestro interior y tardamos años en reconstruirlo y perdemos la oportunidad de ser felices.

Es fácil mantener la coraza, si eres experto en caídas a distinto nivel, lo difícil en estos casos es acceder al núcleo. Que las sondas directas no siempre funcionan, y el tiempo y la distancia hasta él, juegan en contra del ingeniero (y del núcleo). Y al final fracasan. Estrepitosamente. Y el metal se vuelve a enfriar, y el ingeniero se desanima y se desploma al suelo y máquina y humano se miran, volviendo a recordar los errores y lloran. Se quedan solos.

Así, la dureza del corazón y la poca habilidad del ser humano, vuelven a caer como una jarra de agua fría sobre la historia de la civilización. Que no contenta con crear guerras, alimentar envidias y elaborar sistemas absurdos, también se afana por complicar su existencia y poner trabas a lo único que vale la pena: la fusión.

Die.


O que me vai facer famoso

O que quero que vexas

¿De qué quieres trabajar?

Todo huele diferente. El primer día me tomé un vermú. Técnicamente ese día todavía estaba de alta en la empresa de fabricación de bloques en...