Nos están timando.
Vivimos en una incipiente sociedad de sentimientos obsoletamente programados, dónde jugar al Monopoly con las noches de pasión, se ha convertido en el primer entretenimiento 2.0 de nuestros fines de semana. Y digo 2.0, porque ya ni siquiera se cruzan miradas, se sueltan caricias, se tropieza suavemente o que cuernos, se empuja violentamente sobre la puerta de los baños.
Hemos perdido el "fóllame aquí mismo", el "me muero por tus huesos", "atraviesame con la mirada y después...". Ni las noches de juerga son pasionales, ni el sexo es ya improvisado, excitante y sucio.
Tenemos móviles que programan con geográfica exactitud nuestras relaciones. No tenemos que esforzarnos en cautivar, ni mirar lascivamente, ni sonreír de medio lado. Unos centímetros visibles, unos metros con otro móvil, y kilómetros entre dos personas, que se encuentran, follan y se van con la sonrisa de haberse tomado la última píldora de autoestima.
Malos tiempos para aquellos que se les ocurra intentar sentir los placeres del cortejo tradicional, malos tiempos para los que no entiendan que las relaciones abiertas son las relaciones del presente y del futuro, malos tiempos para los que respetando todo tipo de relaciones, crean que la fidelidad, la intimidad y el compromiso significan algo en una ecuación de dos.
Nos han vendido la libertad de tal forma, que nos hemos creído que una vida sexual sana, pasa por protegerse de los sentimientos, de las emociones que como personas, tenemos derecho a experimentar. Hemos confundido el sufrimiento con la pasión y la pasión con el sexo en grageas. Follamos con el machito insensible y huímos del romántico empedernido, cuando a menudo, el primero llora ante cualquier inclemencia cotidiana y el que te mira con dulzura, te ataría en el cabezal de su cama para darte lo que tus más bajos instintos están pidiendo.
Han comercializado tanto el sexo, que pensamos que lo que no vemos, no está y disociamos sexo de respeto, morbo de compromiso, fantasía de amor. Y nos da miedo enamorarnos, sentir, o ser esas nenas que van por ahí escribiendo versos de melocotón. Porque las nenas no follan bien. Porque sentir es muy "out" y ellas los prefieren malos.
Pero amigos, los mejores polvos de la historia, siempre han sido los de los poetas, porque son ellos los que olvidan lo terrenal y entienden que solo abandonándose al placer (del cuerpo y del alma) se consigue explotar cualquier rincón corporal que una gota de sudor pueda recorrer.
Dié