Jornada dominical

Algunos domingos son como losas de pizarra. Caen firmes y fuertes, aplastan cráneos. 

Oímos los huesos quebrar y nos preguntamos si nuestros vecinos duermen, o escuchan los secos crujidos, la sangre goteando en el parqué, los sesos desparramandose en el somier.

Algunos domingos son como losas de pizarra. Deslizan suavemente la fría nieve de la semana.

Sentimos como se escapan de nuestro alcance las decisiones de antaño. Pensamos que otros ven la nieve, pero cuando apartamos la mirada de nosotros mismos, vemos que dentro de casa no hace frío, no se ven las estrellas, pero no hace frío.

Algunos domingos son como el sexo desnudo. Terminan sobre la sábana, abatidos, dormidos.

Nos acarician sin la dulzura de un jueves tarde, con prisa, con desgana, solo esperando ensuciar lo menos posible, ser aséptico como una paja de quinceañero, terminar en cualquier celulosa barata y no comprometerse siquiera a rozarse por inercia. 

Algunos domingos son más "no" que "quizá" y solo están hechos para morir y olvidar. Para empujarte al vacío, para acabarse sobre ti y recordarte que esta noche ya la tienes. Desde aquí solo puedes elegir que tipo de domingos NO quieres tener. Y cambiar de dirección.


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