Rosa de los Vientos


Vivo en Madrid, pero nunca me miro el ombligo.

Tengo cuatro direcciones, cuatro puntas de iceberg, cuatro vidas de más de medio gato.

Cuando salgo cabizbajo, derruido, gris, de cemento, frío, de mi cuadrada oficina, mis cuatro direcciones juegan a quererme. Juegan a ser yo.

Se hacen escuchar, gritan en mi bolsillo y me recuerdan que no soy Madrid, ni centro, ni secano, mucho menos castizo. Me dicen que soy norte cuando lloro, que soy este cuando escapo, que soy sur cuando me río y oeste cuando descanso.

El este surfea sobre mis ilusiones, me cuida de las oscuras calles de Chueca, me tiende la mano, me lleva volando sobre el asfalto mojado... la parte este siempre mira lo positivo del amanecer, aún con resaca, amanece cada noche al salir con él. El este me da de beber de su copa de risas, de acentos, de casa, de pasión, de fiesta. Con una palmada sabe guiarme y siempre está a tu lado, como el sol que sale, cuando, borracho, paseamos por la Gran Vía y compartimos la ciudad. El este bebe Negrita con cola.

El sur, nuevo, brillante viene de tierras de antaño, de submarinos, palmeras y ojos claros. Sus palabras, anidadas, son tan familiares que a menudo las otras direcciones dudan de su procedencia extranjera. El sur nos sorprende, baila en otra órbita, está lleno de cajones por abrir y de futuros e ironías y te enseña a beber de la copa del este, o del norte, o... ¡Diablos! de la de quién sea, con tal de hacerte sentir bien hoy, y mañana por la mañana, cuando la dulce resaca te despierte. El sur bebe Vodka con Red Bull.

Cuando el Oeste aparece los demás sonríen, y es que su tez morena de tantos atardeceres solo trae lo bueno del día, o lo malo, transformado. El oeste con su calma de mentira, espera a que la noche llegue, y nos deleita con bailes extraños y juegos de palabras. Se besa con el este, cuando se encuentran y vive cada cosa como nueva y puede acariciar cada parte del día, porque su luz es el rastro de todos nosotros. El oeste bebe Gin Tonic.

El norte blanco, rubio y responsable, sabe volverse loco si todos nos juntamos. El norte nos guía cuando todo va mal, y el resto de direcciones lo arrastran a la noche madrileña cuando tienen oportunidad. El norte es constante, amable, cariñoso, detallista. Y todas las otras direcciones no saben sino admirarlo e intentar que sonría para que sus ojos azules iluminen la noche oscura. El norte bebe cerveza.

Y yo, con mi tinto de verano, ya no recuerdo la oficina, ni el invierno, ni las punzadas al corazón. Mezclo recuerdos y bebidas, porque nunca puedo decantarme, no puedo elegir entre las cuatro direcciones y bebo un poquito de todas, porque cuando por la mañana me despierto, y esa sensación de sequía en mi cabeza me recuerda que sigo en Madrid, sonrío bajo la colcha y al poco suenan en el teléfono las cuatro direcciones, con la misma explosión en la cabeza, el mismo terremoto, la misma felicidad.

Gracias :)


Dié

En este exacto momento


07:30

Suena mi despertador.

Como cualquier miércoles, como cualquier día de semana, me desperezo y lucho ciego contra el interruptor de mi lámpara amarilla.

Luz.


Palpo el cajón de los calcetines, todos, y cuando digo todos son todos, desemparejados. Solos (o sólos [detalle]). Uno, dos tres... los voy despertando uno a uno, salen de su blanda cama de pares desiguales. Decido, como casi siempre a media semana, enfundarme un calcetín de cada, al fin y al cabo, su función es de mera comodidad.

Un papel arrugado al fondo del cajón, algún billete caducado a Granada, pensé. Quizá algún fin de semana olvidado en Galicia. Aquella vez que me perdí en Barcelona, imaginé. Con total inocencia, cogí el papel con la esperanza de que cualquiera de estos billetes me devolviese el recuerdo de una de mis aventuras nacionales, sonreír, recordar la borrachera con Víctor, el balcón al mar con Aurora o aquella churrascada con Quique.

Ya con la comisura de los labios a punto, desdoblo la puerta de este miércoles de tórrido verano de ciudad.


La hoja cae en cama. Brais, el gato, animado por la brisa de la mañana se tumba encima y parece querer ocultarla.

No soy una persona que se ande de rodeos cuando de sentimientos se trata, y pienso ¡Merda! Simple y llanamente, había sentenciado mi día, mis próximas 24 horas, mi periplo diario.

Entonces me pregunto si este tipo de notas tienen inmunidad temporal, porque quizá, dada la magia de las palabras, todo se hace realidad en el momento en que el emisor las lee. Quién sabe, quizá diga la verdad, es muy probable que en estos momentos, descanse en su cama. Si, eso es... en este mismo instante, a las 07:45 se acaba de dar cuenta de todo y sin saber por que, me echa de menos. Sin saber que él mismo así lo ha decidido, escondiendo la caja de Pandora en uno de mis cajones, uno de los de verdad.

Vuelvo a doblar la hoja, no puedo dejar de recorrer con la mente los trazos de esas letras, cada trazo marcado con al menos, intención. Sincero, porque las mentiras no se dejan por escrito. Sin pensar, porque las consecuencias son lejanas cuando echas de menos. Infantil, porque son letras dibujadas y poco serias.

Poco serias...

Subo al tren y tengo la impresión de que todo el vagón sabe lo que llevo en el bolsillo derecho. Es mi desayuno, mi anécdota, mi pasado, mi historia. Entro entonces en razón. ¿Cuánto tiempo hace que no me escriben/e nada? ¿Que precio/hora tiene cada letra con amor escrita?

- Diego, petición.
- Ya mismo Nuria.

"Ya mismo nos veremos" cualquier día te regalo una nota en mano, o aparezco bajo la ventana, o te hago daño sin querer. Quién sabe, puede hasta que impregne de recuerdos tu palacio, y cualquier miércoles sea de cenizas, y me veas aquí tirado en mi cama sureña, y yo esté pensando en ti.

O puede también que las palabras se las lleve el viento, y que las que han quedado escritas, sean un motivo más para despojarse de recuerdos, mirar al frente y escribir, en algo más que un DinA4, mi propio cuento serio, mi libro definitivo, algo más que un capítulo inacabado, una
historia interminable...

Dié




O que me vai facer famoso

O que quero que vexas

¿De qué quieres trabajar?

Todo huele diferente. El primer día me tomé un vermú. Técnicamente ese día todavía estaba de alta en la empresa de fabricación de bloques en...