Sorbetes de limón

Tengo un amigo que es un desastre.

Tengo un amigo que cuando se rasga las rodillas, se levanta, mira hacia atrás unas décimas de segundo y sigue corriendo como si nada. 

Tengo un amigo del cual he pensado siempre que es un inconsciente, un salvaje.

Los desastres de este amigo mio, parecen no afectarle. Es impasible a roturas, rasgaduras y arañazos. No es un tío insensible, ni frío. Le va tanto la melancolía y el drama como a un servidor (por eso somos tan amigos), pero tiene un interruptor de "ya es suficiente" que siempre me ha parecido muy ligero de accionar.

Discutimos a menudo y como es costumbre, él nunca tiene razón. De todos es sabido que la razón la poseo yo, y "yastá". Luego reflexiono, y en mis planes de acción siempre está él y su manía de ponerlo todo patas arriba. 

Nos odiamos muchas veces y al cabo de un tiempo (de años hablamos, incluso), nos encontramos borrachos llorando en la barra de un bar. Si fuéramos novios, mi psicoterapeuta me miraría con cara de desaprobación (que bueno está mi psicoterapeuta).

Pero somos amigos y hemos aprendido que la parte que nos falta a los dos, le sobra al otro y desde pequeños, hemos defendido cómo terratenientes, nuestra personalidad. Esa ha sido la clave de tantos años de amistad. Ser auténticos y fieles a uno mismo.

Pero aunque nos respetamos en la diferencia, nos encanta tirar con nuestra cuerda y sorprendernos siendo a veces el otro: en ocasiones me lanzo cuesta abajo y sin rodilleras; en otras, él se sienta en el pupitre y dibuja un esquema de lo que debe hacer. Y así, la vida es mucho más completa y no necesitas decantarte solo por el sorbete de limón, tiras para el bar de enfrente, y pides ronda de Estrella Galicia.

A mi gran amigo Aitor, que hoy es un poco más viejo (que no maduro).


Dié

La Habitación





¿Qué hago aquí de nuevo? Solo. Cómo en la repetición más burda. Como el disco rallado en la pista más escuchada. No entiendo nada. De repente son las notas ya conocidas las que más me aterran. Y sin embargo, desde esta habitación grande, gigante, brota una especie de hedor a lo de siempre.

Quién insiste en señalarte y gritar lo que tienes que hacer, lo que debes. Cómo tomar decisiones acertadas con tanto ruido, con este olor... 

Bajo la cama está gruñendo el pasado. El reloj de la mesilla, que nunca ha dicho nada, grita también su asfixiante tic tac. Que macabro es el devenir. Imparable. Superficial. Nimio.

Mañana es lunes. Lunes es de nuevo en siete días, y en catorce. Son los lunes los que han matado cualquier atisbo de locura sana. Son ellos y los martes, y los miércoles y cada día con sus impertérritas horas que matan como puñales negros.

¿Qué hago volviendo a elegir? Solo. De la misma manera en que cubres el burocrático sistema de elección de caminos. Una equis en el calendario, con pulso menos firme que hace dos años. Una equis dos años más vieja, cayendo, negra y titubeante sobre febrero.

Como uno a las personas que me sostienen, a través de una pequeña pantalla blanca, malvada y fría. De la misma manera sostengo mis ganas de llorar ubicadas justo justo, entre el esófago y la parte superior de mi garganta. Un fino hilo quebradizo, de cristal quemado, de negros recuerdos.

Sobre la cama se posan los restos de aquellas comidas a domicilio, las astillas de los muebles de Ikea y las fichas de un Monopoly inacabado. Claro que no me gusta perder, porque pierdo constantemente.

En media hora son las doce. Las doce naranjas que se proyectan en la pared, que empañan todo y ruedan como mantras, cuidándome lo justo para no caer por el balcón. Añoro las campanadas eternas, el viento constante y tu risa. Tu simple y llana risa.

Duermo, y el silencio, una vez más, me arropa envenenado. Alguien susurra a mi lado: no dejes que te digan que armas debes usar, porque ambos sabemos, que no podrás elegir, ella te elegirá a ti, para cubrirte de nuevo de barro, para cuidarte de ahí afuera. Duermo...

Dié

O que me vai facer famoso

O que quero que vexas

¿De qué quieres trabajar?

Todo huele diferente. El primer día me tomé un vermú. Técnicamente ese día todavía estaba de alta en la empresa de fabricación de bloques en...