Sorbetes de limón

Tengo un amigo que es un desastre.

Tengo un amigo que cuando se rasga las rodillas, se levanta, mira hacia atrás unas décimas de segundo y sigue corriendo como si nada. 

Tengo un amigo del cual he pensado siempre que es un inconsciente, un salvaje.

Los desastres de este amigo mio, parecen no afectarle. Es impasible a roturas, rasgaduras y arañazos. No es un tío insensible, ni frío. Le va tanto la melancolía y el drama como a un servidor (por eso somos tan amigos), pero tiene un interruptor de "ya es suficiente" que siempre me ha parecido muy ligero de accionar.

Discutimos a menudo y como es costumbre, él nunca tiene razón. De todos es sabido que la razón la poseo yo, y "yastá". Luego reflexiono, y en mis planes de acción siempre está él y su manía de ponerlo todo patas arriba. 

Nos odiamos muchas veces y al cabo de un tiempo (de años hablamos, incluso), nos encontramos borrachos llorando en la barra de un bar. Si fuéramos novios, mi psicoterapeuta me miraría con cara de desaprobación (que bueno está mi psicoterapeuta).

Pero somos amigos y hemos aprendido que la parte que nos falta a los dos, le sobra al otro y desde pequeños, hemos defendido cómo terratenientes, nuestra personalidad. Esa ha sido la clave de tantos años de amistad. Ser auténticos y fieles a uno mismo.

Pero aunque nos respetamos en la diferencia, nos encanta tirar con nuestra cuerda y sorprendernos siendo a veces el otro: en ocasiones me lanzo cuesta abajo y sin rodilleras; en otras, él se sienta en el pupitre y dibuja un esquema de lo que debe hacer. Y así, la vida es mucho más completa y no necesitas decantarte solo por el sorbete de limón, tiras para el bar de enfrente, y pides ronda de Estrella Galicia.

A mi gran amigo Aitor, que hoy es un poco más viejo (que no maduro).


Dié

1 comentarios:

Anónimo 18 de julio de 2023, 15:48  

"La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño"

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