Los grandes gestos


Por más que intente esconderme, soy un romántico empedernido, por ello estoy en constante búsqueda de los grandes gestos, las grandes hazañas.

De esto mismo charlaba ayer con mi amiga Clara, de la inminente perdida de apuestas a todo o nada, del poco valor de las relaciones, de la caída libre del esfuerzo.

Y no es que nos quedemos sentados, esperando a que alguien toque la bocina bajo nuestra ventana o que celebren nuestro cumpleaños con postres sorpresa, o que nos saquen de la rutina con noches especiales. Es que los que esperamos estos gestos nos entregamos de forma definitiva, y nos enganchamos al sabor de las acciones, que realmente, poco tienen que ver con el amor verdadero, pero alimentan las ilusiones y las ganas de seguir viviendo aventuras de más o menos duración. Somos esclavos y dejamos de controlar la situación.

No me dicen nada las noches de sexo desenfrenado, no me sabe bien la piel de aquel que no me ha hecho sonreír, prefiero un soplido tras la oreja, una caricia bajo la mesa, una mirada constante.

Todo esto tiene en ocasiones consecuencias catastróficas para la salud mental, y es que somos propensos a enfermedades de transmisión sentimental, y por más que razonamos, nos comen por dentro los virus de los caballeros de guante blanco, bajan las defensas y quedamos inmersos en estado catatónico, soñando siempre con consumar el objeto de tanto dolor, de tanto placer.

Aun así, soñadores, estamos enganchados a esas personas, que escapando de sus raíles, nos ofrecen en bandeja noches en las que somos únicos, y no sé como consiguen forzar el brillo de sus ojos, sin que se note cuando vuelven a su cauce, porque yo todas las mañanas soy el faro de mis vanas esperanzas, que se apaga aproximadamente cada dos, tres meses. Hasta que vuelves a buscarme en globo, me encuentro el salón lleno de notas de amor, me cantas una rumba al oído o te pierdes conmigo por las calles de Madrid.

Y nunca sé si todo ha sido un sueño, pero por si acaso, vuelvo a dormirme y apago por unas horas el faro que no tiene barcos que guiar, para guardar un poco de luz a quién toque las cuerdas de este violín.

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