[...] Y me miró, pero a mi me pareció que no me estaba viendo, y quedé flotando en el vacío de la espera y la vergüenza, porque mis palabras habían sido indiscretas, y pensé de nuevo en la aritmética de los momentos, en cómo había situaciones que parecían vivirse en una nueva e ilusoria dimensión que dejaba entrever su magia por la superposición de muchos tiempos, de muchos momentos o circunstancias, todos concentrados y observados por la mirada de algún ojo invisible, sujetos por algún punto dónde la mente y el corazón confluían con todas las interrogaciones y con todas las certezas.
Fulgencio Argüelles - El palacio azul de los ingenieros belgas.
Mirar pero no ver
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