A + B = C

Enamorarse de una ciudad no es más que haberse enamorado de uno de sus habitantes y dejarse envolver por la recurrida metonimia.

Si te enamoras de un habitante, sueles querer habitar cerca, al lado, en su casa. Es lo normal.

Si vives lejos, decides, eliges, planeas. Nunca dejas el destino al libre albedrío, cuestionas los raíles. Luchas, en definitiva.

Si la receta no sale como esperábamos, lo ideal sería volver a intentarlo, un par de veces más, no abusar. Y finalmente, desistir.

Enamorarse de alguien es claro e inequívoco. Si no es así, pasado un tiempo, debes dejar marchar al no objeto de ese sentimiento. Blanco y en botella.

Todo lo que se escapa a este A + B es cuanto menos, improcedente. Alimentar nuestro ego, confundir dependencia, amistad o amor, utilizar la distancia como arma arrojadiza, o jugar al pica-pica, no debiera ser estrategia a seguir.

Pero a veces lo es. Y la C, tan clara para algunos, se transforma en valores numéricos, letras griegas y epopeyas fariseas.

Ante eso. Solo nos queda la ira, y aliarnos con nuestra enemiga distancia, que como el tiempo, todo lo cura.


Die

0 comentarios:

Publicar un comentario

Plasma e firma

O que me vai facer famoso

O que quero que vexas

¿De qué quieres trabajar?

Todo huele diferente. El primer día me tomé un vermú. Técnicamente ese día todavía estaba de alta en la empresa de fabricación de bloques en...