Solo cuando las pulsiones se calman y los ríos se estancan. Solo cuando el aire deja de soplar y son las explosiones neuronales las que escuchas a lo lejos. Únicamente cuando los tambores de lo manso suenan, cuando el ritmo de los días sabe a ru - ti - na. Si caes eternamente en el vacío de los días y todo pasa inadvertido e inocuo. Solamente en este instante de ansiedad hueca y paranoia inmóvil, solamente en esta línea recta, caligráfica e insípida, podremos volver a sentir de repente, sin cartas premeditadas, sin anuncios de megafonía, sin mapas, sin grietas. Sin nosotros.
Dié
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